¿Trabajamos para vivir dignamente o para sostener los privilegios de una clase política improductiva?


Por: Josué David Zapata-Vázquez, ConservadoresPR.org

Los empresarios auténticos, aquellos que crean valor, no tienen nacionalidad. Comparten un principio común: satisfacer al consumidor ofreciendo productos de calidad a precios razonables. Esta es una expresión del carácter virtuoso del ser humano, no un atributo exclusivo de una cultura o nación aunque sabemos que tiene detrás un desarrollo de una cosmovisión cristiana de buen gobierno y buen empresarismo.

El verdadero problema no es el productor ni el que busca legítimamente su bienestar económico. El verdadero problema es el político, que en muchos países exprime al productor mediante leyes injustas, impuestos excesivos, emisión descontrolada de moneda y deuda pública impagable. Mientras en algunos lugares se protege la propiedad privada y se respeta el fruto del trabajo, en otros se castiga el esfuerzo y se premia la dependencia.

Se nos ha hecho creer que un país se hace grande por ciudadanos que se sacrifican económicamente por “el bien de la patria”. Pero eso es una forma de manipular a los ciudadanos para que acepten dócilmente entregar lo que les pertenece. No es patriotismo, es sumisión disfrazada.

Los países prosperan cuando los gobiernos no interfieren con el trabajo honesto de su gente. No es vergonzoso querer generar riqueza; al contrario, cuando millones de personas lo hacen por medios legítimos, la nación entera se beneficia.

El verdadero problema no es perseguir tus propios intereses, sino cuando ese dinero se obtiene por coacción, no por la voluntad libre del que paga. Cuando el dinero se extrae por ley a quien de otro modo nunca lo entregaría —el contribuyente—, entonces estamos ante una forma sofisticada de esclavitud fiscal.

El nacionalismo mal entendido se convierte en un instrumento de dominación: hace que el ciudadano no se dé cuenta de que es esclavo, mientras trabaja toda su vida para que políticos, sus allegados y favorecidos vivan sin producir nada, sin asumir responsabilidad por sus decisiones, y sin jamás cuestionar su estilo de vida parasitario.

Todo esto comienza desde las escuelas, donde los niños, sin opción alguna, son formados no para pensar, sino para depender y cumplir con el gobierno. Y de adultos, creen que son libres simplemente porque pueden votar cada cuatro años, sin notar que viven sometidos a un sistema que les exige producir más, entregar más, y quedarse con menos.

La verdadera libertad no consiste única y exclusivamente en votar (que te permite tener mejores políticos al elegir bien); sino también en que ese gobierno electo no se involucre tanto en evitar que podamos decidir qué hacer con lo que legítimamente hemos ganado.

En el tema de los aranceles, el problema no está en los aranceles que está poniendo Estados Unidos ahora a otros países, sino que llevamos tiempo donde otros países son los que han puesto aranceles excesivos a Estados Unidos imponiéndole una carga onerosa a los empresarios estadounidences.

En esta guerra económica, los aranceles se convierten ahora en una manera de defender a los ciudadanos estadounidences de la intromisión indebida e injusta de otros países en los productos que Estados Unidos importa a otros países. Eso debe empujar a que Estados Unidos consuma de sus propios productos, la calidad de los productos en Estados Unidos supere la de otros países y obligue a que se fortalezca la soberanía alimentaria y empresarial de todo el territorio Estadounidense incluyendo Puerto Rico.

Comparte tu opinión en los comentarios.


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *