¿Podría haberse evitado la Guerra? Errores estratégicos, diplomáticos y militares antes y durante la guerra Rusia-Ucrania


El siguiente escrito fue completamente generado por Inteligencia Artificial analizando cuantos errores se cometieron antes y durante la guerra entre Rusia y Ucrania, que de no haberlos cometido quizás se hubiera evitado la guerra.

La guerra entre Rusia y Ucrania (iniciada a gran escala en febrero de 2022) fue precedida por múltiples errores de cálculo y pasos en falso de todas las partes involucradas. A continuación, se analizan los errores clave cometidos por Occidente, Ucrania y Rusia antes y durante el conflicto – factores que, de haberse manejado de otra manera, quizás habrían podido evitar la guerra – respaldados por fuentes verificables. También se consideran posibles alternativas que habrían podido desactivar la confrontación.

Errores de la OTAN y Occidente

• Expansión de la OTAN y seguridad de Rusia: Tras la Guerra Fría, la OTAN se amplió hacia el este incorporando antiguos países del bloque soviético. Muchos analistas advirtieron desde los años 90 que esta expansión sería percibida como una amenaza por Rusia y podría deteriorar gravemente las relaciones Este-Oeste . En 2008, la OTAN declaró en la cumbre de Bucarest que Ucrania y Georgia “llegarían a ser miembros” de la alianza, aunque sin calendario ni garantías de seguridad . Algunos expertos consideran que ese mensaje resultó contraproducente: avisó a Moscú de la futura incorporación de dos estados exsoviéticos a la OTAN, pero al no concretarse dejó a Ucrania y Georgia expuestas (sin el amparo efectivo del Artículo 5 de defensa mutua) . En otras palabras, “fue lo peor de ambos mundos”, pues provocó a Rusia sin dar protección a esos países . Desde la perspectiva del Kremlin, la presencia creciente de la OTAN cerca de sus fronteras (incluida la posibilidad de Ucrania en la OTAN) se interpretó como una amenaza directa a su seguridad nacional . Esta percepción alimentó el resentimiento y el discurso de Moscú de que debía “defenderse” de Occidente, proporcionando un pretexto geopolítico para sus posteriores agresiones . En resumen, la expansión de la OTAN sin tener en cuenta las sensibilidades rusas fue vista por Moscú como un error estratégico occidental que incrementó las tensiones y pudo contribuir a la decisión de Rusia de invadir Ucrania .

• Respuestas diplomáticas insuficientes a Moscú: A finales de 2021, Rusia presentó exigencias de “garantías de seguridad” para rebajar la crisis, incluyendo el compromiso de que Ucrania nunca ingresaría en la OTAN y la retirada de infraestructura militar occidental cerca de sus fronteras . Occidente escuchó pero rechazó los puntos centrales de estas demandas. En las negociaciones entre EE. UU. y Rusia en enero de 2022, Washington dejó claro que vetar la ampliación de la OTAN era un “non-starter” (algo inaceptable) , aunque mostró disposición a discutir temas secundarios como el control de misiles y maniobras militares . Esta postura firme, manteniendo el principio de “puertas abiertas” de la OTAN, significó que no se atendió la principal preocupación de Moscú. Paralelamente, las conversaciones en el llamado formato Normandía (entre Francia, Alemania, Rusia y Ucrania) tampoco lograron avances sustanciales para implementar los acuerdos de paz existentes en Donbás. En resumen, los esfuerzos diplomáticos occidentales antes de la invasión fueron tardíos e insuficientes para tranquilizar a Rusia. No se ofrecieron concesiones de fondo (por ejemplo, alguna moratoria formal sobre la membresía de Ucrania en la OTAN o un nuevo acuerdo de seguridad europeo), lo que pudo cerrar la puerta a una solución negociada previa al conflicto . Varios expertos sostienen que la guerra “podría haberse evitado” si se hubieran emprendido negociaciones más significativas y abordado algunas de las inquietudes de seguridad rusas mediante compromisos diplomáticos .

• Falta de negociación efectiva antes de la invasión: A medida que Rusia acumulaba tropas en la frontera ucraniana (finales de 2021 e inicios de 2022), se intensificó la diplomacia de crisis. Sin embargo, estas gestiones no lograron desactivar la situación. Por ejemplo, el presidente francés Emmanuel Macron viajó a Moscú en febrero de 2022 en busca de una desescalada, pero no obtuvo concesiones firmes de Putin . Estados Unidos y sus aliados mantuvieron contactos frecuentes con el Kremlin, pero no ofrecieron garantías suficientes para las demandas clave de Rusia (más allá de reiterar amenazas de sanciones en caso de invasión). Desde Moscú se percibió una falta de voluntad real de Occidente para negociar el estatus de Ucrania. En Washington y Bruselas, por otro lado, se dudaba de la sinceridad de Putin (pues mientras hablaba de diplomacia seguía reforzando el dispositivo militar alrededor de Ucrania). Así, el diálogo terminó estancándose: tras varias rondas de contactos sin acuerdo, la vía diplomática se agotó en las vísperas de la guerra. En retrospectiva, es posible que una negociación más audaz –por ejemplo, un acuerdo internacional de neutralidad ucraniana o la postergación formal de su entrada a la OTAN– pudiera haber evitado el conflicto armado, al menos temporalmente. Pero ninguna de esas opciones llegó a materializarse antes del 24 de febrero de 2022.

(Alternativa posible: Una política occidental alternativa habría sido reconocer explícitamente la neutralidad permanente de Ucrania o posponer sine díe su ingreso a la OTAN, acompañándolo de un acuerdo de seguridad pan-europeo que incluyera a Rusia. Asimismo, una implementación más vigorosa de los acuerdos de Minsk II –presionando tanto a Kiev como a Moscú para cumplir sus compromisos– podría haber reducido las tensiones en el Donbás. Estas medidas, junto con un diálogo sostenido sobre control de armamentos en Europa del Este, se mencionan como oportunidades diplomáticas que podrían haber desactivado los temores rusos y evitado la guerra .)*

Errores de Ucrania

• Manejo de la crisis en el Donbás: Desde 2014, Ucrania enfrentó un conflicto en sus regiones orientales de Donetsk y Lugansk, donde surgieron movimientos separatistas prorrusos respaldados encubiertamente por Moscú. Kiev cometió ciertos errores estratégicos en la gestión de esta crisis. En los primeros meses de la guerra del Donbás, las fuerzas ucranianas intentaron recuperar rápidamente el territorio rebelde por la fuerza, pero fueron sorprendidas por la intervención rusa encubierta, sufriendo reveses importantes en 2014-2015. Se firmaron entonces los acuerdos de Minsk (I y II) para un alto el fuego y una solución política; no obstante, dichos acuerdos nunca se implementaron plenamente. La falta de confianza mutua llevó a un estancamiento: Ucrania demandaba primero el fin de la injerencia rusa y la restitución del control de su frontera antes de celebrar elecciones locales en Donetsk/Lugansk, mientras Rusia (y los líderes separatistas) exigían que Ucrania otorgara un estatus especial a esas regiones antes de resolver la seguridad fronteriza . En la práctica, Kiev congeló cualquier concesión política hasta no garantizarse la soberanía efectiva en la zona, y Moscú bloqueó avances manteniendo su apoyo militar a los separatistas. Este ciclo de desconfianza impidió una solución diplomática duradera. Además, internamente, las autoridades ucranianas a veces adoptaron un tono poco conciliador hacia la población del Donbás: aunque Zelensky ganó la presidencia en 2019 prometiendo buscar la paz, sus iniciativas (como la “fórmula Steinmeier” para elecciones locales supervisadas) enfrentaron fuerte resistencia de sectores nacionalistas en Ucrania y fueron abandonadas. La oportunidad perdida de reintegrar pacíficamente el Donbás (con cierta autonomía local) entre 2015 y 2021 dejó una herida abierta que Rusia explotó propagandísticamente para justificar la invasión. En retrospectiva, una implementación más efectiva de los acuerdos de Minsk –por difícil que fuera políticamente para Kiev– podría haber reducido las tensiones y restado argumentos a Moscú para “defender” a los habitantes de Donetsk y Lugansk.

• Falta de preparación militar antes del conflicto: A pesar de llevar años en guerra de baja intensidad, Ucrania no alcanzó el nivel de preparación militar óptimo para disuadir o enfrentar una invasión a gran escala. Es cierto que entre 2014 y 2021 el ejército ucraniano mejoró considerablemente (con entrenamiento occidental y la experiencia adquirida en el Donbás), pero seguía estando en desventaja numérica y tecnológica respecto a Rusia. Cuando Estados Unidos alertó en finales de 2021 sobre la inminencia de una invasión, las autoridades ucranianas reaccionaron con cautela y escepticismo. El presidente Volodímir Zelensky incluso acusó a Occidente de sembrar “pánico” con sus advertencias, preocupado porque tales alertas estaban dañando la economía ucraniana . Esta actitud –comprensible para evitar el pánico financiero y social– conllevó que Ucrania no movilizara por completo sus reservas ni evacuara a tiempo a civiles de zonas potencialmente atacadas antes del 24 de febrero. Cuando inició la invasión, muchas unidades rusas penetraron rápidamente por varias direcciones, y aunque el ejército ucraniano respondió con valentía, tuvo que improvisar una defensa urgente. Algunos analistas señalan que Ucrania podría haber fortificado mejor sus fronteras y desplegado más fuerzas en puntos críticos (por ejemplo, en el sur, la falta de suficientes tropas en Jersón permitió a Rusia tomar esa ciudad estratégicamente importante casi sin resistencia inicial). En definitiva, Ucrania fue tomada parcialmente por sorpresa a pesar de las señales de inteligencia, lo cual evidenció cierta falta de preparación estratégica. Aun así, cabe destacar que la rápida adaptación y la resistencia popular ucraniana compensaron en buena medida esta falencia inicial. (Alternativa: una movilización preventiva de tropas y recursos –difícil de hacer sin provocar a Rusia, pero potencialmente disuasoria– pudo haber endurecido el coste calculado de la invasión para Moscú.)*

• Políticas internas que exacerbaron tensiones con Rusia: En los años previos, algunas decisiones internas ucranianas, orientadas a afirmar su identidad nacional y su soberanía, fueron utilizadas por Moscú para alimentar su narrativa hostil. Un ejemplo es la política lingüística: en 2019 se aprobó una ley del idioma estatal que reforzó el uso obligatorio del ucraniano en la educación, los medios y la administración, con aplicación gradual. En enero de 2022 entró en vigor una disposición que exigía a todos los medios impresos publicar en ucraniano (permitiendo ediciones bilingües solo si la versión en ucraniano tenía igual contenido y tirada) . La ley hizo excepciones para idiomas de minorías nacionales y lenguas oficiales de la UE, pero no para el ruso, lengua materna de millones de ciudadanos ucranianos . Aunque el objetivo declarado de Kiev era fortalecer la identidad nacional tras siglos de rusificación (considerándolo un asunto de seguridad cultural ), en Moscú se presentó esta ley como una agresión contra los hablantes de ruso y una “prueba” de la supuesta opresión cultural –alimentando la propaganda del Kremlin sobre el “régimen neonazi” en Kiev que ataca a la población rusoparlante. Otro ejemplo fue la persecución de figuras prorrusas dentro de Ucrania: en febrero de 2021, Zelensky cerró tres canales de TV asociados al político prorruso Víktor Medvedchuk, y poco después Medvedchuk (amigo cercano de Putin) fue acusado de traición y puesto bajo arresto domiciliario . Esta movida, aplaudida dentro de Ucrania como un paso contra la quinta columna rusa, colocó a Zelensky en confrontación directa con Putin y complicó los canales políticos informales Kiev-Moscú . Putin calificó la campaña contra Medvedchuk como una “purga obvia de la oposición pro-rusa” en Ucrania, usándola para justificar una postura más agresiva . En resumen, aunque Ucrania tenía derecho soberano a tomar estas medidas internas, su efecto fue endurecer la visión negativa que tenía el liderazgo ruso del gobierno ucraniano, incrementando las fricciones. (Alternativa: políticas más inclusivas hacia las minorías lingüísticas, y quizás mantener abiertos ciertos canales de diálogo político con elementos prorrusos moderados, podrían haber restado argumentos a la propaganda rusa. No obstante, es debatible si ello habría cambiado la decisión de Putin, dada su agenda imperial sobre Ucrania.)*

Errores de Rusia

• Fallos en la evaluación de la respuesta internacional: El liderazgo ruso, y en particular el presidente Putin, subestimó gravemente la reacción internacional que desataría su invasión. Al lanzar la ofensiva, el Kremlin parecía apostar a que los países occidentales estarían divididos y reaccionarían con sanciones moderadas, sin unidad ni prisa. En realidad, ocurrió lo contrario: Estados Unidos, la Unión Europea y aliados implementaron sanciones económicas masivas contra Rusia pocos días después de la invasión, y comenzaron a proporcionar armamento y asistencia significativa a Ucrania. Putin “juzgó mal la unidad de Occidente y la rapidez con que la OTAN y otros acudirían en ayuda de Ucrania” , según análisis de expertos. Por ejemplo, Alemania tomó la sorpresiva decisión de suspender el proyecto gasífero Nord Stream 2 y de aumentar drásticamente su gasto de defensa; la UE, pese a su dependencia energética de Rusia, aprobó paquetes de sanciones sin precedentes y buscó fuentes alternativas de gas/petróleo . Putin aparentemente confiaba en que la “decadencia” de Occidente impediría una acción concertada (e incluso algunos en Moscú creían que ciertos países preferirían no arriesgar sus suministros energéticos). Esta lectura errónea llevó a un error de cálculo estratégico: Rusia se encontró rápidamente aislada diplomáticamente en Europa, con una OTAN más unida que nunca –e incluso ampliada tras la invasión con las candidaturas de Finlandia y Suecia, algo impensable antes. En definitiva, Moscú no previó que su guerra provocaría justamente lo que quería evitar: el fortalecimiento y expansión de la OTAN en su flanco occidental . Asimismo, Putin sobrestimó el apoyo de potencias como China: si bien Beijing no se sumó a las sanciones y aumentó la compra de energía rusa, no brindó el respaldo militar ni político contundente que Rusia quizá esperaba . Todo esto dejó a Rusia enfrentando un frente internacional mucho más adverso de lo anticipado.

• Subestimación de la resistencia ucraniana: Otro grave error ruso fue asumir que la invasión sería rápida y que las fuerzas ucranianas ofrecerían poca resistencia. El plan inicial de Moscú apuntaba a un “golpe relámpago”: atacar simultáneamente desde múltiples direcciones para desarticular las defensas y tomar Kiev en pocos días, posiblemente esperando que el gobierno de Zelensky huyera o colapsara. Esta evaluación ignoraba tanto la moral y determinación del pueblo ucraniano como las mejoras en sus capacidades militares desde 2014. De hecho, Putin “subestimó el poder del nacionalismo ucraniano y la capacidad de sus fuerzas armadas para defender su tierra” . Lejos de recibir a los invasores con brazos abiertos (como la propaganda rusa insinuaba que ocurriría en partes de Ucrania), la población respondió con indignación y patriotismo; miles de civiles se alistaron en defensa territorial y hubo actos de resistencia incluso en zonas ocupadas. El ejército ucraniano, por su parte, resistió heroicamente los embates iniciales, impidiendo la toma de Kiev y Kharkiv y manteniendo cohesión. Las pérdidas rusas en las primeras semanas fueron mucho mayores de lo previsto –llegando a miles de soldados y centenares de vehículos destruidos o capturados– lo cual sorprendió a los propios mandos de Moscú . En una de las primeras rondas de negociaciones (28 de febrero de 2022), cuando los ucranianos mencionaron que Rusia ya había perdido ~3.000 soldados, los delegados rusos no lo creían, con un general ruso insistiendo que eran “solo 80 bajas” . Este dato ilustra la falsa expectativa rusa de un triunfo fácil. En suma, la invasión se basó en la asunción equivocada de que Ucrania estaba débil, dividida o no dispuesta a pelear, lo que resultó ser un error garrafal de inteligencia. (Cabe señalar que la feroz resistencia ucraniana, unida al apoyo occidental, frustró el plan ruso original. De haber evaluado correctamente la disposición de Ucrania a luchar por cada centímetro, Rusia quizá hubiera recalculado los costos de la invasión.)

• Estrategia militar inicial defectuosa: La planificación y ejecución militar rusa al comienzo de la guerra mostraron fallos tácticos y estratégicos significativos. Rusia lanzó una ofensiva en cuatro ejes principales (norte hacia Kiev, noreste desde Bélgorod, este en Donbás y sur desde Crimea) dispersando a sus fuerzas en un amplio frente . Pretendía asestar un golpe simultáneo que desmoronara al adversario, pero esta sobreextensión complicó la logística y el mando. Las columnas blindadas rusas avanzaron rápidamente por carreteras, pero sin asegurar adecuadamente sus flancos ni sus líneas de suministro. Esto derivó en escenas muy difundidas como el enorme convoy ruso atascado al norte de Kiev, vulnerable a emboscadas. Hubo falta de coordinación entre infantería, blindados, artillería y fuerza aérea –es decir, Rusia falló en ejecutar una campaña efectiva de “armas combinadas” . Por ejemplo, no protegieron sus convoyes logísticos: muchos vehículos de abastecimiento fueron destruidos porque viajaban sin escolta y sin superioridad aérea local . Las unidades avanzadas rusas a menudo se adelantaron más allá del alcance de su defensa antiaérea y artillería de apoyo, quedando expuestas. Además, la inteligencia rusa aparentemente no detectó o no anticipó numerosos cuellos de botella: puentes volados, territorios pantanosos con pocas rutas de avance, etc., lo que generó atascos y caos. La logística insuficiente dejó a tropas sin combustible ni comida, obligándolas a detenerse. También fue notoria la falta de moral y entrenamiento de muchos soldados rusos, algunos de los cuales eran reclutas jóvenes enviados bajo la creencia de realizar ejercicios. En términos operacionales, se critica que Moscú no tuviera un plan B cuando el plan relámpago fracasó. Para abril de 2022, Rusia tuvo que retirarse del norte de Ucrania tras sufrir reveses en Kiev y Cherníhiv, reagrupando sus fuerzas hacia el Donbás . Este revés inicial se atribuye en gran medida a errores de la estrategia rusa: sobreconfianza, mala planificación logística y subestima del enemigo. Un informe lo resume como “un fracaso por no planificar correctamente” una campaña de gran envergadura, reflejando problemas de mando y estructura en las fuerzas rusas . En resumen, la apuesta militar rusa fue mal concebida y peor ejecutada, lo que convirtió su “guerra relámpago” en un conflicto prolongado y de desgaste.

(Alternativas para Rusia: Claramente, la opción más efectiva para evitar la guerra habría sido no invadir Ucrania y continuar buscando soluciones diplomáticas a sus inquietudes. Rusia podría haber optado por una estrategia de “contención” no violenta, reforzando sus posiciones defensivas sin cruzar la frontera y explotando vías políticas –por ejemplo, impulsar negociaciones internacionales sobre Ucrania y Donbás– en lugar de recurrir a la fuerza. Una vez iniciada la guerra, Rusia podría haber recalibrado su enfoque rápidamente al ver la resistencia encontrada, quizás deteniéndose tras ocupar partes del Donbás y el sur y solicitando negociaciones serias en marzo de 2022. Sin embargo, la rígida insistencia de Putin en lograr objetivos maximalistas (como un cambio de régimen en Kiev bajo el eufemismo de “desnazificación”) cerró esas salidas. En definitiva, el error original y evitable de Rusia fue apostar por la guerra, subestimando tanto el costo humano como las consecuencias geopolíticas adversas.)*

Errores durante la guerra

• Falta de estrategias de desescalada y diplomacia efectiva: Una vez iniciadas las hostilidades, las oportunidades de alto el fuego o acuerdo de paz fueron escasas y malogradas. En marzo de 2022 se entablaron negociaciones directas entre representantes ucranianos y rusos (primero en Bielorrusia y luego en Estambul) para explorar un posible acuerdo. Ucrania llegó a proponer oficialmente convertirse en un Estado neutral permanente (renunciando a la OTAN) a cambio de garantías de seguridad internacionales, lo cual apuntaba a abordar el principal reclamo ruso . Sin embargo, Rusia aumentó sus exigencias en esos diálogos: en un borrador del 17 de marzo 2022, Moscú demandó que Ucrania cediera todo el territorio del Donbás a los separatistas y reconociera la anexión de Crimea, además de limitar drásticamente el tamaño de sus fuerzas armadas . Estas condiciones eran difícilmente aceptables para Kiev. Aun así, mediada la primavera de 2022 ambas partes insinuaron ciertos avances hacia un compromiso. Para mediados de abril, negociadores ucranianos señalaban que estuvieron “muy cerca… de finalizar la guerra con un acuerdo pacífico” , y Rusia parecía haber reducido algunas de sus demandas tras sus reveses militares iniciales . No obstante, esa ventana se cerró pronto: a inicios de abril, el mundo descubrió las masacres de civiles en Bucha y otras zonas ocupadas de donde Rusia se retiró . Estas atrocidades endurecieron la postura ucraniana y la indignación global, dinamitando la confianza en cualquier trato con Moscú. Al mismo tiempo (abril 2022), Putin decidió continuar la guerra y echó atrás incluso las concesiones que sus propios negociadores consideraban , apostando por lograr más ganancias territoriales mediante la fuerza. Desde entonces, los contactos diplomáticos de alto nivel se interrumpieron: no hubo más rondas serias de negociación de paz. Ya en octubre de 2022, tras la anexión rusa unilateral de cuatro regiones ucranianas, el presidente Zelensky firmó un decreto declarando “imposibles” las negociaciones con Putin (dejando la puerta abierta solo a tratar con un futuro líder ruso). Esto consolidó un escenario donde ningún bando mostraba disposición a la concesión: Rusia insistía en legitimar sus conquistas y Ucrania, respaldada por Occidente, se negaba a ceder territorio o soberanía. La ausencia de terceros capaces de intermediar eficazmente (ONU, potencias neutrales) agravó el impasse. En síntesis, durante la guerra faltaron estrategias de desescalada: no hubo pausas humanitarias prolongadas ni esfuerzos sostenidos de mediación que prosperaran. Cada nueva escalada (desde movilizaciones militares rusas hasta ataques a infraestructura crítica ucraniana) dificultó más la vuelta al diálogo. Este estancamiento diplomático prolonga el conflicto y aplaza cualquier solución negociada, con costos humanos crecientes.

• Mala gestión de los recursos militares y económicos (ambos bandos): La guerra está poniendo a prueba la capacidad de ambos países para administrar sus recursos en un conflicto prolongado. Rusia ha mostrado deficiencias en la gestión militar: tras los fallos iniciales, reorganizó su mando y adoptó tácticas más lentas (bombardeos de artillería masiva y avances graduales en el Donbás), pero a costa de altísimas pérdidas de material y personal. Analistas destacan que Moscú malgastó tropas y equipos en ofensivas mal planificadas –por ejemplo, asaltos frontales repetidos contra posiciones fortificadas (como en Bajmut en 2022-23) que resultaron muy costosos en vidas. La decisión de no movilizar reservas hasta pasados siete meses de guerra fue un error de cálculo: Rusia operó gran parte de 2022 con un ejército insuficiente, lo que le impidió sostener sus conquistas iniciales (de ahí la contraofensiva ucraniana exitosa en Járkov en septiembre). Cuando finalmente decretó la movilización parcial en otoño 2022, el daño ya estaba hecho y además la improvisación provocó descontento interno. En el plano económico, el Kremlin inicialmente confió en poder resistir las sanciones gracias a sus reservas financieras y a los ingresos por exportaciones energéticas. Si bien la economía rusa ha logrado evitar un colapso abrupto, las sanciones han mermado sus capacidades a largo plazo, recortando inversiones, acceso a tecnología y congelando activos. La producción militar rusa enfrenta escasez de componentes (especialmente microchips y alta tecnología) debido a los embargos, lo que dificulta reponer armamento moderno. Por su parte, Ucrania ha tenido que sobrellevar una devastación económica tremenda a causa de la guerra. En 2022, su PIB se contrajo entre un 30% y 35%, la recesión más profunda en su historia independiente . Industrias completas quedaron paralizadas o destruidas (acerías, minas, agricultura en zonas de combate) y la infraestructura energética fue atacada sistemáticamente, provocando apagones y penurias durante el invierno. Millones de ucranianos cayeron en la pobreza y el desempleo . El gobierno ucraniano ha debido depender de voluminosos paquetes de ayuda externa para pagar salarios, sostener servicios básicos y financiar el esfuerzo bélico. Esta dependencia expone a Ucrania a riesgos si la asistencia occidental flaquea. En términos de recursos militares, Ucrania ha gestionado con notable eficacia el armamento recibido, pero sus bajas en combate y consumo de municiones también son muy elevados, lo que obliga a un suministro externo constante. En resumen, ambos bandos enfrentan retos de sostenibilidad: Rusia por aislarse económicamente y agotar mucho material (ha tenido que recurrir a drones iraníes y munición anticuada de sus reservas), y Ucrania por ver su economía colapsada y requerir apoyo internacional para seguir operando. La “mala gestión” puede referirse a que ninguno supo calibrar correctamente el impacto que tendría un conflicto prolongado en sus propios recursos. Rusia confiaba en una campaña rápida que evitara sanciones severas, y Ucrania quizás confió en que Rusia no llegaría a un ataque total. Al prolongarse la guerra, los costos económicos son enormes y trascienden a nivel global: “la guerra, en todas sus dimensiones, ha exacerbado una crisis global del costo de vida no vista en al menos una generación”, señala un informe de la ONU . Esto implica inflación e inseguridad alimentaria mundial (por la interrupción de exportaciones de granos y fertilizantes), algo que ni Moscú ni Occidente previeron completamente al embarcarse en sanciones y contrasanciones. En definitiva, la falta de una gestión que priorizara conservar vidas y estabilidad económica –por encima de objetivos militares maximalistas– ha sido un error cuyas consecuencias sufren tanto las sociedades rusa y ucraniana como el resto del mundo.

• Consecuencias de las sanciones y el impacto global: Un aspecto a destacar es cómo la estrategia de sanciones masivas contra Rusia, si bien busca debilitar su maquinaria de guerra, ha tenido efectos colaterales globales que podrían considerarse parte del cálculo erróneo de la comunidad internacional. Las sanciones a las exportaciones rusas de energía contribuyeron a una crisis energética en 2022, especialmente en Europa, con precios de gas y petróleo disparados. Esto aceleró la inflación en muchos países y puso en jaque la seguridad energética (aunque Europa logró ajustarse en parte diversificando proveedores). Asimismo, la guerra y el bloqueo naval ruso en el Mar Negro desencadenaron una crisis alimentaria internacional: Ucrania, uno de los principales exportadores de cereales del mundo, vio sus puertos cerrados durante meses, elevando los precios de alimentos básicos y amenazando con hambrunas a regiones dependientes de ese suministro (como Oriente Medio y África). Si bien se pactó un acuerdo de exportación de granos con mediación turca y de la ONU, su implementación ha sido frágil. En términos financieros, la volatilidad aumentó y cadenas de suministro se vieron afectadas. En suma, las sanciones y contra-sanciones han tenido repercusiones que socavan la estabilidad global, llevando a “la mayor crisis de costo de vida en una generación” según Naciones Unidas . Si bien muchos argumentan que no aplicar sanciones habría equivalido a financiar la agresión rusa, también es cierto que no hubo esfuerzos paralelos suficientes para mitigar sus efectos humanitarios en terceros países. Esto evidencia una carencia de visión estratégica más amplia durante el conflicto. Un posible enfoque alternativo podría haber sido combinar la presión económica con ofertas diplomáticas de alivio si Rusia daba pasos hacia la paz –es decir, un esquema de “carro y zanahoria” que incentivara la desescalada. En la práctica, la dinámica ha sido más bien de escalada mutua: Rusia empleando la energía y los alimentos como armas de presión, y Occidente endureciendo sanciones esperando quebrar a Moscú. Ninguna de las partes ha cedido, prolongando los efectos adversos para la estabilidad económica mundial.

Conclusiones y oportunidades perdidas

En balance, el estallido de la guerra ruso-ucraniana y su prolongación fueron producto de una cadena de errores de estrategia y diplomacia por todos los involucrados. Occidente no supo leer (o no quiso atender) las preocupaciones de seguridad rusas, ampliando la OTAN hasta un punto que Moscú percibió como intolerable y fallando en negociar a tiempo alguna fórmula de acomodación que pudiese haber disuadido la vía militar . Ucrania, por su lado, no logró apaciguar sus conflictos internos en Donbás ni preparar completamente al país para la peor eventualidad, lo que la dejó vulnerable a la agresión. Rusia cometió el error capital de recurrir a la fuerza creyendo que sería rápido y asumible, cuando en realidad unificó al mundo contra sí, enfrascándose en un conflicto largo y devastador para todos. Durante la guerra, la ausencia de moderación y la apuesta de ambos lados por la victoria total han impedido hasta ahora hallar un punto medio para la paz.

Cabe preguntarse: ¿podría haberse evitado esta guerra? Varios analistas sugieren que sí, si se hubieran tomado alternativas diferentes en los momentos clave. Por ejemplo, una moratoria explícita sobre la expansión de la OTAN hacia Ucrania, acompañada de acuerdos internacionales que aseguraran la neutralidad de Kiev, quizás habría desmontado el principal casus belli esgrimido por Putin . Un compromiso real de implementar los acuerdos de Minsk –otorgando autonomía local a Donetsk y Lugansk dentro de Ucrania– pudo haber calmado la situación en el Este de Ucrania y eliminado el argumento de la “protección de los rusoparlantes” que utilizó el Kremlin. Del lado ruso, obviamente la opción de no invadir y buscar resolver sus inquietudes mediante diplomacia habría ahorrado miles de vidas y evitado arruinar la economía de Rusia y de Ucrania. Incluso iniciada la invasión, existieron momentos (como las conversaciones de Estambul) en que la diplomacia pudo triunfar si se hubiese perseverado: un acuerdo que afirmara la neutralidad de Ucrania y la retirada rusa a sus posiciones previas al 24-F, posiblemente acompañado de una presencia internacional en Donbás, podría haber sido una salida honrosa para ambas partes en 2022. Lamentablemente, esas oportunidades se desvanecieron por desconfianza y maximalismo de un lado y otro.

En última instancia, la guerra demuestra las consecuencias de errores acumulativos: falta de escucha, exceso de ambición geopolítica, políticas internas y externas poco prudentes, y menosprecio del costo humano. Corregir esos errores –o haberlos evitado– es la lección que deja este conflicto. La esperanza es que, incluso tarde, las partes y la comunidad internacional retomen el camino de la diplomacia efectiva para frenar la destrucción, pues como señala la ONU, el impacto de esta guerra trasciende fronteras y generaciones . Evitar futuros conflictos de esta magnitud requerirá atender seriamente las causas aquí analizadas, fomentando un orden de seguridad cooperativo donde ningún actor se sienta acorralado al punto de recurrir a la guerra.

Fuentes:

1. Joshua Shifrinson, “Why NATO Should Be Cautious About Admitting Ukraine”, Carnegie Endowment for International Peace (24 julio 2023)

2. Tom Switzer, “Why NATO Expansion Explains Russia’s Actions in Ukraine”, Australian Institute of International Affairs (26 julio 2024)

3. Andrew Gray, “Bucharest declaration: NATO’s Ukraine debate still haunted by 2008 summit”, Reuters (10 julio 2023)

4. Fab Industries (blog), cita de Ted G. Carpenter, “NATO’s Eastern Expansion and Putin’s War in Ukraine” (2022)

5. Emma Farge, “U.S. and Russia still far apart on Ukraine after Geneva talks”, Reuters (11 enero 2022)

6. Javier G. Cuesta / Marc Bassets, “Macron pide a Putin evitar la guerra: ‘Los próximos días serán decisivos’”, El País (7 febrero 2022)

7. John Haltiwanger, “Zelensky accuses the West of causing ‘panic’ about a Russian invasion”, Business Insider (28 enero 2022)

8. Rachel Denber, “New Language Requirement Raises Concerns in Ukraine”, Human Rights Watch (19 enero 2022)

9. Peter Dickinson, “Putin’s key Ukraine ally charged with treason”, Atlantic Council (13 mayo 2021)

10. Stephen M. Walt, “What Putin Got Right – and Wrong – About the War in Ukraine”, Foreign Policy (15 febrero 2023)

11. “Russia’s Ill-Fated Invasion of Ukraine: Lessons in Modern Warfare”, Center for Strategic & International Studies – CSIS (21 febrero 2023)

12. Scott Lucas, “How ‘Peace Talks’ in 2022 Failed to Halt Russia’s Invasion”, EA WorldView (19 junio 2024)

13. Reuters Staff, “Zelenskiy decree rules out Ukraine talks with Putin as ‘impossible’” (4 octubre 2022)

14. Kateryna Stepanenko et al., “Russia’s War in Ukraine: 2022 in Review”, Institute for the Study of War – ISW (30 diciembre 2022)

15. Michelle Kilfolye, “Ukraine: what’s the global economic impact of Russia’s invasion?”, Economics Observatory (24 octubre 2023)


Sobre el autor

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